domingo, 17 de mayo de 2009

Renacer.

Los humanos no estamos abocados al cambio. Es un hecho. Una vez llegamos a un punto en el que estamos cómodos, o no tan cómodos, pero por lo menos seguros, nos cuesta horrores avanzar. Aunque a veces el avanzar, el dejar ese punto atrás, sea lo que realmente necesitamos para ser felices. Ocurre que en ocasiones el propio mundo nos acaba obligando a avanzar. Nadie se puede quedar para siempre en una posición concreta. Normalmente, los empujones se presentan en forma de tragedia, de mayores o menores proporciones.

Como dice Paulo Coelho en uno de sus maravillosos artículos, cuando esto ocurre tenemos dos opciones. Cito textualmente:

Lo trágico depende del punto de vista. Si optas por ser una víctima del mundo, cualquier cosa que te suceda va a alimentar ese lado negro de tu alma, desde el que te consideras maltratado injustamente, sufridor o culpable y merecedor de los castigos. Si eliges ser un aventurero, los cambios -inclusive las pérdidas inevitables, ya que todo en este mundo se transforma- pueden provocar dolor, pero, casi inmediatamente, también te empujan hacia delante, obligándote a reaccionar.

Mucha gente opta por ser víctima del mundo. Es la opción fácil. Así no tienen que moverse de su emplazamiento.Se limitan a autocompadecerse y su existencia se deposita sobre las ruinas de lo vivido. No es la vida perfecta, pero no requiere mucho esfuerzo. Y si tienen suerte, llega un aventurero y les ayuda a salir de sus ruinas... o por lo menos lo intenta.

Unos pocos deciden ser aventureros. Cogen el cambio, lo asumen, y siguen adelante. Y no sólo eso, sino que dejan que el cambio les afecte, evolucionan. Como un fénix, renacen de sus propias cenizas.

Generalmente, no nos damos cuenta -no queremos darnos cuenta- de que lo que necesitamos para ser felices es el cambio. Hacer un corte, por doloroso que sea, con la rutina que te hacía mal.

Todos deberiamos aprender a renacer.

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