viernes, 20 de abril de 2012

Confesiones.

Quizá una de las peores cosas es la sensación permanente de sangre en las manos.

Todavía puedo sentirla, cálida y pegajosa contra mi piel. Tengo la sensación de que todo lo que toco queda marcado con huellas rojas, como si su sangre fuese transferida a cada cosa en la que pongo los dedos, aunque sea sólo un roce. Siento que la gente me mira las manos y piensa "su puta madre, están cubiertas de sangre". Lo que es ridículo, porque no lo están.

Es como si vieran a través de mí.

Me he frotado las manos hasta despellejarlas más de una vez. No hay sangre en mis manos, ni una gota. No la hay. No la hay. No la hay.

Sí la hay. Y joder, es demasiada.