miércoles, 6 de mayo de 2009

Encerrada.

No suelo escribir a estas horas, pero me ha entrado la urgencia de poner algo. Aprovechando que tengo acceso libre al ordenador.

Frente a mí hay una ventana abierta. Tiene rejas, parece que se esté burlando de mí. Con todo este sol, y yo entre cuatro paredes, enjaulada. Intentando salir a través de la pantalla de un ordenador, escribiendo para que al menos mi mente vuele. De fuera vienen risas, voces conocidas. Unos cuantos que yo me sé han hecho pellas, y yo, en un arrebato de responsabilidad (raro en mí) no. Y cómo me arrepiento.

Pero no, no son sus risas lo que hacen que me arrepienta. Estoy acostumbrada a ver el sol por la ventana, a oir el piar de los pájaros y a los niños pasándoselo bien mientras yo me pudro en clase. Es el sonido de una guitarra, el inconfundible tono alegre de un acorde mayor lo que me llama, lo que hace que quiera salir. Probablemente, sin el rasgar de esas cuerdas ni siquiera habría empezado a escribir esto. Si sigo oyendo la música terminaré por volverme loca.

Son estos desesperados momentos los que me hacen darme cuenta de lo absurdo que resulta encerrarnos, en todos los sentidos. No sólo quedarnos en casa cuando hace un día espléndido, sino encerrarnos también por dentro. Encerrarnos en la rutina, o en nosotros mismos, en nuestros pensamientos. Empiezo a pensar que soy claustrofóbica.

La guitarra sigue sonando. Y las rejas son lo único que me impide saltar por la ventana.

1 exploradores comentan...:

Gael dijo...

menos mal que había rejas xDDD porque me da a mi que eso de las puertas todavia no lo tienes muy claro...

besotes gorodos! =D