miércoles, 1 de diciembre de 2010

Nana de lluvia.

Érase una vez una isla que no existía en los mapas. Y esto era así porque nadie la había visto y vivido para contarlo. Una muralla de rocas afiladas la rodeaba, amenazando con destrozar cualquier barco que se acercase. Y tras la muralla, feroces remolinos acechaban, por si hubiera algún hábil navegante capaz de esquivar la barrera pétrea.

En la isla vivía una pequeña nereida, que se sentía sola y triste. Incapaz de llorar, cantaba sus penas al mar. Y algunos marineros, intrigados por la procedencia de la hermosa voz, trataban de alcanzarla. No había uno solo que sobreviviera. La pequeña nereida veía sus esperanzas astillarse contra las rocas. Ya ni siquiera sonreía cuando veía un barco aparecer intacto, salvado el primer obstáculo, porque sabia que lo siguiente que vería sería el pánico en los ojos del último tripulante ahogándose en las fauces del remolino. Perdió las ganas de cantar, pero la fama del sitio era tal que los barcos siguieron llegando, y llegando...

Parecía que nada iba a cambiar, hasta un soleado día otoñal, cuando un barco pirata se aproximó a la isla maldita. El capitán había oído las leyendas sobre el lugar, y curioso por naturaleza, quiso encontrar la isla. A pesar de que gracias a esa determinación la mitad de su tripulación le abandonase. Ancló el barco a una distancia prudencial de la isla, por si hubiera algún contratiempo, dispuesto a resolver el misterio.

-¿Qué es lo que ves?- gritó a su pequeño y ágil vigía, que colgaba del palo mayor catalejo en mano.
-Veo gigantescos arrecifes de piedra que emergen del agua, enormes y afiladas estacas negras. También veo el mar enfurecido tras ellas, remolinos como gigantescas bocas esperando devorarnos- el vigía hizo una pausa, enfocando más allá.- También veo algo más... en la isla hay algo, o alguien. Parece una mujer... casi una niña. No la distingo bien.

El capitán asintió extrañado. ¿Una niña? Tal vez era una de esas temidas brujas del mar, que volvían locos a los marineros y los conducían a la muerte. Las leyendas apuntaban a esa explicación. Sin embrago, su curiosidad seguía acuciando, y la intuición le gritaba que debía llegar hasta esa niña. Caminó a paso rápido hacia el navegante, un experto en astronomía que podía guiarle a donde fuera con sólo mirar las estrellas.

-¿Cuáles son las posibilidades de llegar a la isla vivos?- el navegante se quedó unos segundos en silencio, en tranquila meditación.
-Prácticamente nulas-respondió por fin con voz calmada. El capitán frunció el ceño, pensativo. Después se marchó a su camarote a cavilar sobre lo que haría.

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Se le había ocurrido de repente, y aunque al principio pareció una idea absurda, no tardaron en ponerla en marcha. En poco más de un mes, ya estaba todo terminado. Así que volvieron a la mar, decididos a rescatar a la niña que vivía en la isla inalcanzable.

La pequeña nereida vio un barco que le resultaba familiar acercarse a su isla. Se estaba acercando demasiado, y eso le entristeció. Le había hecho feliz verles dar media vuelta, segura de que así salvarían la vida. Pero claro, cualquier marinero que viese la isla estaba destinado a morir... o así lo pensaba ella.

-¡Señor Aukan, diga a los hombres que pongan en marcha el mecanismo!-gritó el capitán una vez se hubieron aproximado lo máximo que podían. El aludido empezó a pegar voces al resto de marineros, que se apresuraron a obedecer las órdenes de su superior.

La nereida observó asombrada cómo una gigantesca hélice se desplegaba del palo mayor, comenzando a rotar, y dos alas de madera y tela salían de los costados, agitándose poderosamente. En el costado estaba, recién pintado en letras doradas, el nuevo nombre del barco: Skycastle. Como por arte de magia, el barco empezó a volar.

El ingenio volador se aproximó a la isla, pasando sin dificultades sobre las afiladas rocas y los hambrientos remolinos. Descendieron, y la niña con cola de pez se apartó, algo asustada. Ya no recordaba el tiempo que llevaba sin hablar con nadie.

-Pequeña- empezó el capitán, acercándose cautelosamente.- Venimos a sacarte de aquí.

Y por primera vez en muchos años, la nereida sonrió.




Feliz aniversario.

2 exploradores comentan...:

Tomás dijo...

Estoy emocionado, temblando y con una enorme sonrisa.

Feliz aniversario

Art. dijo...

Pensamiento lateral, o aéreo =P Yo sacaría una metáfora: por jodido que sea acercarse a una mujer sin escoñarse, siempre hay alguna forma!

(dicho lo cual, me callo, que creo que aquí no toca hablar demasiado =P)