domingo, 10 de enero de 2010

El duro adiós.

Un beso.

Te quiero.

Otro.

Te quiero.

Una caricia.

Te quiero.

Otro beso más.

Te quiero...


Llega el tren. Sonrisas idénticas. Tristes.

Buen viaje.


La mano contra el cristal. Labios que murmuran palabras sin voz.

Te quiero.


Se va. Se va.

Se va.

Las lágrimas empiezan a fluir...

El viaje es largo, y muy solitario. Una pareja se besuquea y no hay valor para mirarles. La vista fija en el suelo.

Duele.

Llego a casa. El suelo tiene impresas tus pisadas, y todos los rincones del pueblo guardan nuestros besos. Mi ropa tiene impregnado tu olor. Camino despacito, sin ganas de nada. Sólo de estar contigo. Pero ya no lloro. Una sonrisa se abre paso, no sin cierta dificultad, entre mis labios.

Es una sonrisa de recuerdos. Dulces recuerdos recientes que calientan el corazón. Tanto que hasta queman. Recuerdos de bolsillos y agujeros, de largos paseos bajo la nevada. De frikadas y bromas privadas. De canciones. De peleas por la manta, y de rayos. Y del calor de tu cuerpo.

Te echo de menos. Te quiero.

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