sábado, 1 de noviembre de 2008

Animales.

La música fluía por el aire, y yo intentaba formar parte de ella. Sentada en el suelo, con los ojos cerrados, trataba de fundirme hasta tal punto en sus notas, que mi cuerpo se moviese solo a su son.

No lo consigo.

Algo apareció de repente. Algo serpenteante me estaba recorriendo todo el cuerpo. Me producía cierta repulsión, pero no abrí los ojos. Fúndete con la música. El "gusanito" seguía recorriéndome, y yo trataba de ignorarlo. Y cuando ya casi lo había conseguido, aparecieron nuevos compañeros.
A juzgar por sus movimientos y por la forma en la que se restregaban contra mi cuerpo, eran algún tipo de felino.

Cierra los ojos. Concéntrate. La música.

La música desapareció cuando los felinos me atraparon en sus zarpas.

Huye.

Abrí los ojos bruscamente y me zafé del abrazo de uno de ellos. Mi corazón se aceleró. Tenía que salir de ahí como fuera.
Eran demasiados, me rodeaban, jugaban conmigo, todos se sabían superiores.
Por primera vez, yo era la presa, y no el cazador.

Huye.

No podía pensar en otra cosa sino en huir. Mi pensamiento racional había desaparecido, yo también era un animal. Un pobre animal al que intentaban cazar.
Me acorralaron. No había forma de escapar, era el final.
Y entonces apareció él.
Un cuarto felino que se puso frente a quienes me acorralaban, gruñéndoles, protegiéndome.

Gracias.

Sin embargo, tras un rato me di cuenta de que él solo no podía con todos. Pronto ibamos a acabar los dos bajo sus garras.
Me cubrí y miré a mis agresores implorando clemencia. Ellos exhibían una mueca entre pícara y salvaje.

Adiós.

De repente, unas palmadas me devolvieron a la realidad.

-Muy bien, chicos, el ejercicio ha terminado. Quedaos un momento quietos, como en una fotografía, y luego volved lentamente a vuestra posición inicial, a donde estabais al principio.

Despacio, retorné a mi sitio, y dejé de ser un animal. Volvía a ser una persona, volvía a estar encima del escenario y los felinos volvían a ser mis compañeros.

La ilusión ha terminado.

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