martes, 9 de noviembre de 2010

Red Book.

La pequeña no entendía por qué su padre de repente se comportaba de un modo tan extraño. Él, que antaño había sido un hombre jovial, amable, que disfrutaba con las pequeñas cosas, se había vuelto callado, taciturno, introvertido. Ya apenas jugaba con ella, y cuando lo hacía se mostraba desganado. Lo único que hacía era sentarse en el enorme butacón de la sala y leer, leer y leer, leer un libro rojo que a la niña se le antojaba gigantesco.

Cuando la niña creció, olvidó el libro por completo. Años antes de que cumpliese la mayoría de edad, su padre les había abandonado, y con él, el libro rojo había desaparecido. Quizá el recuerdo descansaba en algun punto de su subconsciente.

***

El chillido alertó a los vecinos. Entraron por la puerta que había quedado entreabierta en tropel. La escena no era agradable. Un joven estaba arrodillado en el suelo, mirando hacia arriba, sin decir una palabra. Estaba en shock. Frente a él estaba la que debía ser su novia, vecina a la que casi todos conocían al menos de vista. Tenía los ojos muy abiertos y un hilo de saliva cayéndole por la comisura. Pendía de una soga atada alrededor de su cuello.

En medio del desorden del apartamento, nadie se fijó en un libro rojo que descansaba en el suelo, cerrado.

***

Una chica de unos veinte años caminaba a paso ligero por la calle, escuchando música de su mp3. Paseaba segura, adentrándose en el intrincado laberinto de callejuelas que se había propuesto conocer de memoria.
Finalmente, encontró algo que ni sabía que buscaba. Una librería pequeñísima, escondida en un lugar recóndito como si el dueño no quisiese que nadie pudiese llegar a ella. Abrió la puerta. Le llegó el olor a libro viejo, a secretos antiquísimos, a misterio. Cómo adoraba ese olor.
El dependiente era un anciano de esos que parece que han vivido mil años porque son los que les pesan en la mirada. Observó a la muchacha con aire de sorpresa; era evidente que no estaba acostumbrado a las visitas. Ella no se dio cuenta, pero en el rostro del anciano se reflejó, durante un brevísimo instante, el miedo.
La joven saludó al dependiente con una sonrisa y se adentró en los pasillos de la librería, que era mucho más grande de lo que parecía a primera vista. Ojeó bastantes libros, pero ninguno llegó a captar su atención. Hasta que lo encontró.
Parecía fuera de lugar, era demasiado nuevo, demasiado limpio, demasiado llamativo. No tenía título, portada o contraportada, lo único que había era un forro rojo recubriendo las tapas y el lomo. La chica acarició el libro, pensativa. Sí, ese sería el que iba a comprar.

-¿Cuánto es?- preguntó, poniendo el libro en el mostrador. El miedo volvió a los ojos del anciano, esta vez para quedarse.
-No, niña, este ejemplar no está a la venta.
-¿Por qué? Estaba entre los demás libros.
-Habrá sido un error. Trae, dámelo.

Los reflejos juveniles de la chica fueron más rápidos que las manos arrugadas del anciano.

-Al menos, déjeme ojearlo, aunque sea un segundo, ahora tengo curiosidad-la joven comenzó a abrirlo, y el anciano lo cerró, en un alarde de velocidad y agilidad inverosímiles.
-No quieres leer ese libro, créeme. Yo lo hice, y fue el peor error de mi vida- parecía una broma, pero la voz del anciano no mentía.
-...¿qué es lo que hay escrito?-preguntó ella, vacilante.
-¿Que qué es lo que hay?- el anciano rió, y su risa sonó desgastada y vacía, carente de sentido.-Lo que hay, niña, es la verdad.



No, la canción no está relacionada. Simplemente llevo con ella todo el día en la cabeza.
Por cierto, ¿os habéis dado cuenta de que tenemos un verbo para el acto de decir mentiras, pero no uno para el acto de decir la verdad?

6 exploradores comentan...:

Isiriel dijo...

Pues tienes razón... hasta donde sé en japonés y en inglés tampoco existe (mm)
A lo mejor es porque se da por hecho que mientras hablas "dices verdades", y por eso existe un verbo para el acto "extraordinario" de mentir, pero no de decir la verdad.
Nu se xD

Art. dijo...

¿Cómo que no? Yo lo llamo sincerarse (aunque no sea exactamente un infinitivo y tenga otros matices). Quizás confiar, en alguna de las acepciones.

"Una vez, cierto hombre pudo elegir entre la felicidad completa y la inteligencia absoluta. En cuanto eligió la inteligencia, se dio cuenta del tremendo error que había cometido"

(o algo así, es algo que me contaron hace mucho...)

un saludo!

Art. dijo...

PD: Buen relato! Tienes el don (y la capacidad de desarrollar el esfuerzo de escribir, que también es importante).

PPD: La canción mola xD Cuánto tiempo sin oírla...

Caronte dijo...

Genial, "quepeñaja", me ha encantado el relato. Hacía mucho que un relato no me sorprendía tanto en tan poco espacio. Un cuentillo de miedo sobrio y que ha despertado (y eso no me lo oirás muy a menudo) mi más sana envidia.

PD: Hay dos corrientes de pensamiento sobre lo de "Decir verdades". La de los buenos y la de los no tan buenos.
Los buenos dicen que no se necesita una palabra para "negar" la negación de verdad que supone una mentira (Esto es... todo lo que no es mentira, es verdad, por lo tanto, decir verdades sería simplemente "hablar" o "decir" y decir mentiras sería "mentir".)
Los no tan buenos nos ponemos más filosóficos. No creemos que exista la verdad, pues todo lo que parece verdad es, en realidad, una percepción subjetiva. Así pues, no hay que idear una palabra para lo que sería "decir verdades" puesto que esto es imposible e inexistente. Es más, una palabra que significase "decir verdades" mentiría, y sería en sé misma una paradoja y una incongruencia, lo que llevaría a un bucle cuántico al lenguaje, rompiedo la continuidad de las líneas de palabras y haciendo que el lenguaje se replegase sobre sí mismo hasta dejarnos a todos sin una sola palabra que decir, pensar, o escribir, acabando así con la imaginación y las relaciones interpersonales de la raza humana.
Lo que sería una catástrofe para gente como yo, que no nos callamos ni bajo el agua.

Tomás dijo...

Me ha encantado la historia. Sorprendente e interesante. Tanto que si te atreves a volver a decir que soy mejor escritor que tú, te ignoraré.

En cuanto al debate mentir/decir la verdad, estoy de acuerdo con Isiriel. No veo "sincerarse" como un sinónimo de "decir la verdad", sino más bien como un "admitir haber dicho una mentira" (seré pesimista, qué le voy a hacer). En cuanto a Caronte, con todos mis respetos, es cierto que la Verdad universal con mayúsculas es totalmente subjetiva. Pero siguen existiendo pequeñas verdades que lo son por sí mismas, aunque resulten totalmente intrascendentes para la vida humana.

Indy dijo...

@Isiriel, es un buen punto. En alemán, hasta donde llegan mis precarios conocimientos, tampoco hay ninguna palabra... Me pregunto si la habrá en algún idioma. Y cómo serán los hablantes de ese idioma. Demonios, la universidad me está transtornando.

@Art, qué mono y positivo eres. Me temo que no comparto tu punto de vista, pero está bien que exista gente así. Con el significado de "sincerarse" coincido con Neill. Por cierto, gracias por el elogio ^^

@Caronte, tienes razón. No te callas ni debajo del agua :) Pero me gustan tus parrafadas interminables. Y jo, me has sonrojado. Que tú me digas eso significa mucho.

@Neill... qué te voy a decir que no estemos debatiendo en este instante, xD.

Saludos a todos :)