Ya he perdido la cuenta de los días que llevamos avanzando por sendas tortuosas y lugares inverosímiles. Y no sé si lo voy a poder aguantar mucho más. La mayoría de mis amigos han muerto y sido remplazados como si nada, como si se tratasen de meros tornillos en una máquina de guerra. Los que hemos sobrevivido tenemos miedo. Miedo de ser los siguientes.
He visto a mis compañeros ser aplastados, acuchillados y acribillados en estas tierras hostiles. He visto sus pedazos volar a dos centímetros de mi cara. Y lo peor es que no tenemos tiempo ni de enterrarlos. Sólo podemos caminar. Ellos desaparecen como lágrimas en la lluvia.
Ahora nos estamos arrastrando por un túnel. Ni siquiera es un tunel ya hecho, lo vamos cavando según avanzamos, con la esperanza de que exista una luz al final. A veces, todo lo que hay es un vacío.
Llegamos de nuevo a la superficie. El sol me hiere mientras bajamos de un salto. Esta vez, el túnel nos ha llevado a un buen lugar. Cuando mis ojos se acostumbran de nuevo a la luz, un escalofrío me recorre de parte a parte. Ante nosotros todo lo que se divisa es un terreno llano, sin ningún tipo de obstáculo. Además, desde aquí podemos ver el destino que se nos ha marcado en esta misión. Esos sitios, me dice la experiencia, son los peores. Y no soy el único que lo sabe.
-Quietos- ordena uno de los soldados, poniéndose como barrera. Todos obedecen, sabiendo lo que ocurrirá si no. Yo no lo hago. Veo a uno de los nuevos, muy joven, Johnny, creo que se llama. Se le ha ordenado que avance por el terreno para verificar que sea seguro. Yo ya sé de sobra que no lo es.
-¡¡Johnnny, no vayas!! ¡¡Te van a matar!!- grito desesperado. No me escucha, o no quiere escucharme. No aparto la vista cuando es decapitado por una trampa mortal. Tampoco lloro. Ya he visto esta escena demasiadas veces, y aunque duele igual, las reacciones no son las mismas.
El destino del hombre barrera tampoco es mucho mejor. El motivo por el que todos le obedecen es muy simple: No quieren acompañarle en su muerte. Me alejo corriendo, escuchando la cuenta atrás. Pronto su cuerpo estalla violentamente. Un nuevo hombre-barrera le sustituye, y un nuevo soldado sustituye a Johnny. Éste ya sabe lo que tiene que hacer: Un puente. Lo construye afanoso con los materiales que le han proveído. Cuando termina, nos saluda desde la puerta antes de meterse. El hombre-barrera estalla, y nosotros avanzamos por el puente.
Mientras me acompaso al paso de los demás, no puedo dejar de preguntarme por qué hacemos esto. Cuál es la fuerza misteriosa que nos impele a seguir caminando a pesar del dolor, a pesar del peligro constante de muerte... y sin mirar atrás.
lunes, 19 de julio de 2010
Sin mirar atrás.
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sábado, 10 de julio de 2010
Sanfermines.
De las 12 de la mañana del 6 de julio hasta las 12 de la noche del 13 de julio, Pamplona entera se tiñe de rojo y de blanco.
Qué maravilla de introducción, ¿eh? El caso es que yo quería escribir algo bonito y poético, pero en el estado que me encuentro, a día... 10 de julio, sospecho (no estoy muy segura), no estoy en condiciones de ponerme lírica. Y bueno, explicaciones dadas, aquí empieza mi mini-reportaje desde Pamplona, para aquellos que quieran saber un poquito más de estas fiestas tan internacionales (tan llenas de guiris borrachos, vaya).
Como iba diciendo, esto empieza el 6 de julio con la conocida práctica del Txupinazo, que seguro que muchos habréis visto en la tele. Para los que no tengáis ni idea, os explico: El Txupinazo consiste en el hacinamiento de miles de personas en la plaza del ayuntamiento (que por cierto, es muuucho más pequeña de lo que sale en la tele, por lo que se sufre más) poco antes de las doce del mediodía. Salen al balcón concejales y alcaldesa, a los que apenas se oye en la vorágine de alcohol y griterío. El vino y otras bebidas, alcohólicas y sin alcohol, se descorchan y caen desde lo alto, empapando al personal. Hay pisotones, caídas y habitualmente algo de sangre (propia o de otros), y cualquier líquido o semifluido que se os pueda ocurrir. El estallido del cohete difícilmente se oye entre la multitud. Y ya pueden hacer diez grados bajo cero, que da igual: En el Txupinazo se pasa CALOR. Impepinablemente. Después del cohete se escucha la frase que da comienzo a estas fiestas: ¡¡Viva San Fermín!! ¡¡¡VIVA!!! ¡¡Gora San Fermín!! ¡¡¡GORA!!!.
Os diré una cosa: Si algún día vais al Txupinazo (que es horrible, pero es de esas cosas que hay que hacer al menos una vez en la vida), poneos la camiseta y los pantalones que menos es gusten. Eso sí, tienen que ser blancos. Aunque bueno, en el fondo da igual el color, porque volveréis rosas y apestando a garrafón.
Una vez acabado este ritual, empieza una juerga ininterrumpida que durará ocho noches. Bueno, eso en teoría. Normalmente, aquí la gente se empieza a poner ciega, pero si no lo hacéis, descubriréis que hay cosas más allá del alcohol.
Podéis, por ejemplo, hacer el recorrido que hacen los toros en el encierro, bajar por la calle Estafeta, mirar la curva de Mercaderes, y acabar en la plaza de toros. O caminar sin un destino concreto a ver qué os encontráis. Podréis hallar guerras de ketchup y mostaza, baños de espuma, actuaciones improvisadas en mitad de la calle, e incluso yo una vez vi una tomatina en una plaza. Mezclando fiestas, eso es.
La verdad es que algunas actuaciones callejeras merecen bastante la pena. Yo ayer vi a un chico que hacía beatbox y era realmente bueno.
Otro lugar agradable en el que estar es la Ciudadela, donde pequeños grupos de gente se reúnen con sus botellas y quizá una o dos guitarras a pasar la tarde.
Si os apetece podéis pasaros por las barracas, como se llaman aquí, o la feria, como se llama en el resto del mundo. Ya sabéis, las atracciones de toda la vida. Están bien, pero merece más la pena ver otras cosas, como el encierrillo. Os explico.
Como sabéis, a las ocho de la mañana son los archiconocidos encierros, donde mucha gente va a correr y algunos a matarse. Los toros que se sacan cada mañana al encierro están guardados en un corral, separados por días y dueños. Cada tarde-noche se sacan de ese corral y se llevan al lugar donde empieza el encierro. Es algo bonito que muy poquita gente va a ver, ya que no es algo que conozca la gente de fuera.
Y bueno, pasamos ya a la noche. Por la noche las calles se emborrachan de litros de alcohol derramado. Pero sin emborracharte te lo pasas igualmente bien. Se oye música por todas partes, la gente baila, canta, grita y se divierte. Hay conciertos cada día, en dos plazas distintas: Para los aficionados al rock, heavy, ska, etcétera, están los conciertos de la Plaza de los Fueros. Este año han tocado Rosendo, Boikot, y esta noche toca Thin Lizzy. Para los más poperos, están los conciertos de la Plaza del Castillo, y me suena que tocó Efecto Mariposa, pero no estoy muy enterada al respecto. También hay conciertos en la Plaza de la Cruz, actuaciones en euskera en la Taconera y jazz en estado puro en la Plaza de los Burgos. Empiezan justo después de los fuegos artificiales, espectáculo que comienza cada noche a las 11. También hay verbenas variadas en diversos lugares de la ciudad.
Al acabarse el concierto, lo habitual es ir de bares. Personalmente prefiero el casco viejo, donde se encuentran los garitos de rock. Recomendados: El Viana y el Txiqui. Aunque hace muchísimo calor y casi sale más rentable quedarse a bailar en la calle, xD.
Y bueno, hasta aquí mi reportaje. Me ha quedado largo, y todo. Para más información... venid y vividlo. Advertencia: Lo más probable es que os quedéis afónicos, como servidora. Creo que fue culpa del No pasarán en el concierto de Boikot.
Venga, ¡agur!
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Etiquetas: autobiografía, fechas señaladas