lunes, 19 de julio de 2010

Sin mirar atrás.

Ya he perdido la cuenta de los días que llevamos avanzando por sendas tortuosas y lugares inverosímiles. Y no sé si lo voy a poder aguantar mucho más. La mayoría de mis amigos han muerto y sido remplazados como si nada, como si se tratasen de meros tornillos en una máquina de guerra. Los que hemos sobrevivido tenemos miedo. Miedo de ser los siguientes.

He visto a mis compañeros ser aplastados, acuchillados y acribillados en estas tierras hostiles. He visto sus pedazos volar a dos centímetros de mi cara. Y lo peor es que no tenemos tiempo ni de enterrarlos. Sólo podemos caminar. Ellos desaparecen como lágrimas en la lluvia.

Ahora nos estamos arrastrando por un túnel. Ni siquiera es un tunel ya hecho, lo vamos cavando según avanzamos, con la esperanza de que exista una luz al final. A veces, todo lo que hay es un vacío.

Llegamos de nuevo a la superficie. El sol me hiere mientras bajamos de un salto. Esta vez, el túnel nos ha llevado a un buen lugar. Cuando mis ojos se acostumbran de nuevo a la luz, un escalofrío me recorre de parte a parte. Ante nosotros todo lo que se divisa es un terreno llano, sin ningún tipo de obstáculo. Además, desde aquí podemos ver el destino que se nos ha marcado en esta misión. Esos sitios, me dice la experiencia, son los peores. Y no soy el único que lo sabe.

-Quietos- ordena uno de los soldados, poniéndose como barrera. Todos obedecen, sabiendo lo que ocurrirá si no. Yo no lo hago. Veo a uno de los nuevos, muy joven, Johnny, creo que se llama. Se le ha ordenado que avance por el terreno para verificar que sea seguro. Yo ya sé de sobra que no lo es.

-¡¡Johnnny, no vayas!! ¡¡Te van a matar!!- grito desesperado. No me escucha, o no quiere escucharme. No aparto la vista cuando es decapitado por una trampa mortal. Tampoco lloro. Ya he visto esta escena demasiadas veces, y aunque duele igual, las reacciones no son las mismas.

El destino del hombre barrera tampoco es mucho mejor. El motivo por el que todos le obedecen es muy simple: No quieren acompañarle en su muerte. Me alejo corriendo, escuchando la cuenta atrás. Pronto su cuerpo estalla violentamente. Un nuevo hombre-barrera le sustituye, y un nuevo soldado sustituye a Johnny. Éste ya sabe lo que tiene que hacer: Un puente. Lo construye afanoso con los materiales que le han proveído. Cuando termina, nos saluda desde la puerta antes de meterse. El hombre-barrera estalla, y nosotros avanzamos por el puente.

Mientras me acompaso al paso de los demás, no puedo dejar de preguntarme por qué hacemos esto. Cuál es la fuerza misteriosa que nos impele a seguir caminando a pesar del dolor, a pesar del peligro constante de muerte... y sin mirar atrás.

2 exploradores comentan...:

Tomás dijo...

Dioses, adoro a esos pequeñajos.

Una gran historia, señorita Indy U_U

SeFi dijo...

Really cool sweetie ;)

Yo creo que he perdido la inspiración en algún bolsillo de una chaqueta, pero nada..