domingo, 26 de abril de 2009

Llanto.

Se ve que últimamente estoy inspirada y postivista. Mecanismo de defensa: Cuanto peor me van las cosas, más optimista soy. Jah. Chúpate esa, mundo.

Y bueno, ahora al grano. Hoy estaba distraída mirando a una niña pequeña jugar. Tan tierna ella. Y tan torpe. En una de esas, tropezó y se dio en la cabeza con el pico del banco. En seguida comenzó a llorar, porque se había hecho daño, porque reclamaba la atención de su padre.

Esta escena tan cotidiana me llevó a pensar lo siguiente. Cuando somos pequeños y nos hacemos daño, lloramos. Es algo natural, es nuestra manera de protegernos, llamando a nuestros progenitores, que en seguida acudirán para curarnos cualquier molestia. Conforme vamos creciendo, cada vez lloramos menos cuando nos hacemos heridas, porque "nos estamos haciendo mayores". En realidad dejamos de llorar porque se convierte en una función inútil, ya que cuanto mayor eres, más tienes que cuidar de tí mismo. Cuando eres adulto, es muy rara la vez que lloras por algún malestar físico, ya que eres tú el que te tienes que curar solito.

Cuando eres adulto, lloras cuando te hacen daño en el alma. ¿Por qué? El llanto es un grito pidiendo ayuda. Lloras porque necesitas que alguien esté a tu lado para sanarte, porque tú solo no puedes. Entonces, ¿es malo llorar? No.

Llorar es un indicador de que no estamos solos. En las novelas, las películas, siempre nos pintan a los solitarios como gente fría, sin sentimientos. Ellos nunca lloran. Porque no tienen a quien llorar. Porque sus lágrimas no sirven de nada.

Así que, señores, cuando la mirada se les empañe y los ojos se les anegen, recuerden que es una buena señal, porque no están solos. Lloran porque tienen alguien que les puede curar.

viernes, 24 de abril de 2009

I'd be a Smiler.

Uno de los libros que me estoy leyendo ahora (sí, soy de esas lectoras empedernidas que insisten en leer varios libros a la vez)se llama "In The Country of Last Things", y su autor es Paul Auster. Supongo que la traducción al español será "En el País de las Últimas Cosas", aunque vete tú a saber. Como dice el dicho italiano, tradutore, traditore.

Habla de un lugar distópico, esto es, lo contrario de utópico. Anna Blume, la protagonista, escribe una carta a su amante explicándole como son las cosas allí, lo que hace, lo que le ocurre, por qué está allí. Cuenta que en esta ciudad nada va bien, y que en ella todo lo que desaparece nunca jamás vuelve a aparecer.

Pero bueno, esta entrada no iba para hablar de la novela, de la cual hablaré más extensamente cuando la termine, sino de un aspecto en concreto de ella.

Anna nos cuenta que el clima en esa ciudad es totalmente impredecible. Da igual los cálculos que hagas, todo lo que estudies, que en el momento en el que estés convencido de que va a llover, hará sol. Explica que hay un grupo de personas que están completamente convencidas de que el clima está controlado por los pensamientos y sentimientos que tiene la gente. Creen que cuando alguien tiene un pensamiento negativo, una nube aparece, luego llueve cuando una cantidad considerable de personas tienen pensamientos tristes. A ellos les llaman los "Smilers". Sonreidores, supongo. Dice que son como una brisa fresca en todo el desasosiego que produce la ciudad, ya que se esfuerzan en estar siempre alegres para que no haga mal tiempo.

Aplicando esto a un contexto más personal, he llegado a la conclusión de que todos deberíamos ser Smilers. No que intentemos controlar el clima con nuestros pensamientos, no me seais literales. Quiero decir, que las nubes aparecerán en nuestro fuero interno en la medida en que tengamos pensamientos negativos. Pero si nos esforzamos en sonreir, en pensar que todo irá bien, el sol nunca dejará de brillar.

No estoy diciendo que siempre tengamos que ser felices a la fuerza... pero que no nos rindamos jamás. Claro que podemos, y debemos llorar. Pero a reir luego.

Yo he decidido que voy a ser una Smiler... ¿y vosotros?

Terminaré dejando por aquí mi canción positivista del día, y va por todas esas personas que me ayudan a ser una Smiler...

miércoles, 15 de abril de 2009

Mordor existe, ¡y Sauron también!

No, no se me ha terminado de ir la pinza y no voy a sacar una espada y empezar a matar gente. Bueno, eso último puede, pero mi idolatrado Tolkien y sus libros no tienen nada que ver.

El caso es que vagando por la red he encontrado una noticia cuanto menos curiosa, y me apetecía compartirla... Ya podéis empezar a temblar. Mordor no es una región ficiticia salida de la imaginación de Tolkien. Mordor es real y lo que es peor, Sauron también lo es. Nos vigila constantemente esperando el momento oportuno para lanzar su ofensiva.

Aquí teneis la prueba:






Imaginad la cara que se les quedaría a los que fotografiaron esta nebulosa.